PARA PONER FIN AL TRABAJO
Posted: mayo 18th, 2020 | Author: ilmondobrucia | Filed under: General | Tags: Ventorrillo Hermético | Comentarios desactivados en PARA PONER FIN AL TRABAJO«Aquellos que hoy queman coches y arrancan adoquines en las calles no pueden ya seguir cantando las mismas canciones que escuchan los electores».
A continuación ofrecemos una traducción al castellano del texto que acompañaba el disco post-situacionista Pour en finir avec le travail (publicado originalmente en septiembre de 1974) y que recogía tanto las letras de las canciones contenidas en él como unas breves noticias históricas de las mismas. Se incluye, al final, una interesante correspondencia entre Guy Debord, Gianfranco Sanguinetti y Jacques Le Glou en la cual discuten algunos pormenores acerca de la autoría de ciertas canciones, así como cuestiones relacionadas con la contratación de los cantantes, o sobre la edición y publicación del disco, que corrió a cuenta, sobre todo, de Le Glou. Es notable, sin embargo, la habitual influencia abrumadora de Debord durante todo el proceso y también en el resultado final de esta obra.
Nos parece conveniente hacer algunas observaciones que puedan ser útiles a la hora de leer o escuchar estas canciones. Sin duda nos encontramos aquí con una de las últimas tentativas de la vanguardia situacionista de realizar un ejercicio de desvío (détournement) y de memoria histórica proletaria. Con ello, Le Glou y el resto de la «horda» resultante de la implosión de la Internacional Situacionista dos años atrás, pretendían generar el peculiar efecto corrosivo que aun atribuían a la anteriormente exitosa agitprop vanguardista, empleando las mismas herramientas que el medio cultural del Espectáculo ofrecía, para dar apoyo a las nuevas revueltas que sacudían el mundo tras el mayo francés. Los límites de esta táctica quizás hoy resulten más evidentes que nunca, incluso parezca excesivamente ingenua; pero aún así la práctica teórica situacionista (que en absoluto coincide sin más con la elaboración de teoría) constituyó una seria reflexión sobre la reversibilidad del desvío y la recuperación espectacular. Nosotras, invisibles y herméticas del siglo que se abre paso, no podemos ya sino tomar nota de todo ello con la suficiente distancia.
Los tiempos han cambiado mucho desde los años 70, a pesar de que las semillas de la conflictividad histórica actual ya estuvieran sembradas. Una vuelta de tuerca más se ha producido con la bloomificación de los cuerpos, la proliferación del ejército de Jovencitas al servicio de la contraofensiva imperial y del nuevo paradigma de gobierno cibernético. En tales circunstancias, agregarse malas sustancialidades «revolucionarias» o «críticas», mediante el uso todavía cándido del desvío «metairónico» en la producción cultural, como el que todavía hoy llevan a cabo en el estado español colectivos como Homo Velamine; no nos parece el legado más vivo de un disco como este. La constelación en que se sitúan los gestos situacionistas que nos importan verdaderamente es ante todo ética, no social o ideológica. Por eso importa rescatar, en cambio, todo lo referido en este disco al rechazo del trabajo asalariado –a pesar de que el título no fuera el previsto y resultara para Debord el menos malo–, en un momento en que éste tiende prácticamente a desaparecer como ocupación (oficio) coincidente en cada cuerpo con la figura del Trabajador y la identidad de cada ciudadano. Lo mismo que sus formas de vida asociadas, cada vez más diluidas en las figuras menos vistosas, pero no por ello menos imbéciles, del muerto de hambre y del precario, quienes malviven entre los escombros y entre las sobras de la sociedad edificada por nuestros abuelos.
Que la música urbana, y lo que ha venido a englobarse en el amplio término trap, hayan venido para quedarse en tanto canción proletaria en el presente es sintomático de esta transformación. En sus letras a menudo se evidencian tanto el rechazo al trabajo como un desencanto profundo con la actual sociedad y sus valores, además de escupirse explícitamente en el ámbito de la cultura como esfera especializada. Pero ello no deja de estar desprovisto de contradicciones y vacíos peligrosos. Ante todo, en ocasiones, destaca una carencia absoluta de relación con algunos de los antepasados que pudieran hacernos fuertes siguiendo el hilo rojo de la tradición de los oprimidos, de sus «formas de pathos».
Esto se traduce casi siempre en una alabanza explícita de la autovalorización por otros medios en el seno de una economía que aunque ya no sea la laboral es ahora la sumergida: cibernética y estetizante. Una economía marginal. Así, esta música se convierte en la banda sonora de una economía agónica de los escombros, pero, por eso mismo, de la economía en tanto tal en el momento que ésta ha colonizado cada margen, cada rincón aparentemente improductivo. Y, en consecuencia, no deja de alentar la nueva movilización, es decir, el trabajo, que ocupa a los frenéticos Bloom en la tarea de asumir malas sustancialidades identitarias (aunque fluidas y débiles en su intensidad ética) que llenen su vacío, por no hacer referencia al machismo y a la homofobia ambientales que suelen rondar por entre sus letras.
El vacío insurreccional que se deriva de esto es preocupante, pero no menos cierto es que, también, en otras muchas ocasiones, las letras y la música urbana facilitan precisamente al cuerpo del Bloom ahondar esa nada que le constituye íntimamente, permitiéndole conectar con la potencia de potencia que está desperdigada por todas partes y aferrar entonces su esencia metafísica. Muy a menudo ha sido esta música, precisamente, la que ha acompañado a nuestros amigos en el inicio de procesos de transfiguración que, poco a poco, han dado pie a secesiones beligerantes con este mundo, contra el tedio y la basura que emanaban densamente del trap. Aunque desde luego, éste no ha sido el único que ha sabido hacerlo1. Ni tampoco han sido siempre felices los desenlaces de los procesos de (des)subjetivación resultantes a causa de la ambigüedad que hemos traído a colación aquí. Quizás por eso sea oportuno ahora revisar también estas canciones situacionistas y el legado de las diversas fracciones del proletariado histórico que retratan. Cada fragmento quiere vivir y volver a vivir.
La reflexión sobre la actual debilidad de las formas-de-vida que combinan la ilegalidad, el rechazo al trabajo y, al mismo tiempo, la radical experimentación revolucionaria de éticas ajenas a la valorización queda pendiente todavía para buena parte de la música urbana. Más aún tras la sacudida producida por el estado de bioseguridad pandémica que atravesamos desde esta primera mitad de 2020, que no ha hecho sino confirnarlas más, expropiar sus espacios y estrechar sus medios hasta casi el ahogo para reincorporarlas a la normalidad. El Imperio, de este modo, trata de hacer dudar de sí mismas a estas formas-de-vida, cuestionar su potencial ofensivo y obligarlas a dar pasos atrás. Hacerlas recordar el miedo de la dispersión un poquito más.
La música de cualquier tipo puede jugar, por supuesto, un papel en esta ofensiva por aplastamiento: se convierte incluso en un dispositivo de control entre otros, en un delicioso sedante. Hasta el punto en que pasar el tiempo muerto, paliar la ansiedad, evocar con nostalgia el pasado, acentuar las distracciones, ignorar la situación en que nos encontramos, pisotear la atención y conjurar los acontecimientos, son todos ellos poderes temibles de la mercancía audiovisual en tanto tal. Nada nuevo bajo el sol, pero nosotros, que no tenemos nada en contra de ningún tipo de placer extático, por el contrario, deseamos potenciar ciertos usos. Por eso, antes de nada, es preciso reconocer que toda canción, música o película, por muy revolucionaria que se quiera, de ayer o de hoy, puede consumirse siempre de diversos modos y decidirse según el kairós. No olvidemos que el Bloom (en este caso el espectador o el oyente) está aquejado del mal de su siglo: un mal que es profundamente sentimental y estético. Y aunque quizás éste no sea ya el caso de un agente del Partido Imaginario, sumido intensamente en la vida extática; la Publicidad de la libertad que antaño se llamó arte siempre será exigente para cualquiera, siempre estará jugándose en el sustrato ético del que brota. A cada instante.
Por eso, ahora más que nunca, la música también ha de poder inscribir en el cuerpo una educación sentimental que conecte el abandono, el éxtasis, con la metafísica propia en que se inserta, facilitar los devenires revolucionarios, sus acontecimientos y lenguajes. Semejante ética no ha de agradar, necesariamente, a los ciudadanos ni a los votantes, pero ha de reforzar, sin embargo, los perceptos y los afectos de los cuerpos que tantean el Éxodo. Y ello lo logrará siempre que no se conforme únicamente con el cinismo imperial o la ironía banal, comenzando entonces a alumbrar la vida mágica que viene y que, por fortuna, está ya siendo jugada por muchas en terco silencio. O quién sabe, como los situacionistas y las proletarias del pasado: también silbando, componiendo, desviando, tocando y cantando cuando lo consideran preciso.
En la amistad.
En la conspiración.
En la comuna.
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Hace no mucho, en esta estela que señalamos, un amigo compartía con nosotras un desvío ejemplar de un conocido tema, realizado con una ironía y sentido del humor que están a la anchura de nuestro tiempo. Desgraciadamente, este primero de mayo París no pudo recibirnos como es debido.
Pobre cabecita loca el Tangana…
Horas en la cama
Hay coches en llamas
Ropas sin pagarlas
Mami, tienes que venir a probar (Mami, ven a probar)
Y a ese, déjale ya (A ese déjale ya)
No tiene pa’ empezar (No tiene pa’ empezar)
Dile que estás cansá
(El 1 de mayo)
Y vente conmigo a París
Vente conmigo a París
Vente conmigo a París
Y vente conmigo a París
Vente conmigo a París
Mira qué tiendas,
Gucci, Prada pa’ que las prendas
No hay jefa en mi hacienda
Haz lo que sientas
Lo nuestro no es de broma
Somos leyenda
Como la Autonomía en Roma
Vamos pa’ París
Cuando quieras huir de los líos
Odio a lo mercantil
Okupamos y huimos del frío
Vámonos a París (Ven y quemamos París)
Vámonos a París (Ven y quemamos París)
Horas en la cama
Hay coches en llamas
Ropas sin pagarlas
Mami tienes que venir a probar (Mami ven a probar)
Y a ese, déjale ya (A ese déjale ya)
No tiene pa’ empezar (No tiene pa’ empezar)
Dile que estás cansá
(El 1 de mayo)
Vámonos a París (Mami, quemamos París)
Vámonos a París (qué pasará en París)
Vámonos a París (Vente conmigo a París)
Vámonos a París (A París)
Vente, nos vamos a París
Contra la economía vamos a vivir
Sin trabajar pero no sin sonreír
Nena tú naciste pa’ vivir así
La vida es guerra y es puro festín
Ese chaval aún no ha espabilao
No hace comuna con quien está a su lao
Dile que el chollo se le ha acabao
A formar bandas con quien has amado (vente pa’ París)
Esta vida es pa’ vivirla, ma’ dime que sí
Casas colectivas y amores de maquis
Un habitar más fuerte que la metrópoli
Y él que se quede aquí
Horas en la cama
Hay coches en llamas
Ropas sin pagarlas
Mami, tienes que venir a probar (Mami, ven a probar)
Y a ese, déjale ya (A ese déjale ya)
No tiene pa’ empezar (No tiene pa’ empezar)
Dile que estás cansá
(El 1 de mayo)
Vámonos a París (Mami, quemamos París)
Vámonos a París (qué pasará en París)
Vámonos a París (Vente conmigo a París)
Vámonos a París (A París)
Vente, nos vamos a París.
Ventorrillo Hermético, mayo de 2020.
1 A este respecto han de mencionarse, aunque sea fugazmente, los nombres de Pablo und Destruktion y Lorena Álvarez y su Banda municipal, quienes han explorado, cada una su manera, desde el post-rock y la música folclórica experimental de raíces populares, las posibilidades libertarias de lo telúrico cotidiano frente al vacío mercantil, así como la potencia alegre de sencillas formas-de-vida apegadas a la tierra y ajenas al mundo imperial. También, por su parte, el Niño de Elche ha indagado estas mismas cuestiones desde la experimentación flamenca, asumiendo además explícitamente el legado ético de la vanguardia situacionista, como se evidencia en la nota 25.