SOBRE EL PASE SANITARIO

Posted: agosto 18th, 2021 | Author: | Filed under: General | Comentarios desactivados en SOBRE EL PASE SANITARIO


A continuación os ofrecemos la traducción de un artículo publicado en la revista parisina Lundimatin en su número 299 el 9 de agosto de 2021. La regulación forzosa de los tránsitos en los comercios tanto en interiores como en los exteriores delimita un nuevo paradigma social que se opone a las formas de la libertad tradicionales. El control total no tiene ninguna restricción. Las limitaciones se extienden poco a poco y amenazan con eliminar definitivamente todo el ornamento social que camuflaba la verdadera naturaleza del sistema capitalista. Los cuerpos mutilados obedecen las nuevas imposiciones, a sazón de esta vorágine represiva ya nadie contempla ninguna posibilidad de deserción. Tratar de desdibujar las nuevas líneas rojas y construir formas de vida autónomas es nuestra única herramienta para no someternos al poder y sus evoluciones.

Finalmente, las terrazas no estarán exentas del Pase Sanitario por considerarse que «la diferencia entre el exterior y el interior ha perdido su relevancia sanitaria», como dice Philippe Bas, senador y ponente del texto.


Es de acuerdo con la ley que ya no hay un afuera, un exterior, en Francia y que el concepto queda relegado al de espacio sanitario. Ahora bien, el espacio sanitario es total, a diferencia del afuera que existe en relación con el interior y que lleva dentro de sí el movimiento basculante entre los seres que lo conforman. En contraste, el espacio sanitario existe según el sujeto que lo designa y solamente en función de él. Ya no es un espacio, sino el sueño de la continuación del cuerpo del sujeto en todas partes de la tierra.

Si ya no hay más diferencia entre el afuera y el interior implica que todo está ahora dentro de él. Dentro del cuerpo burgués cuya conservación sería superior a la noción misma de espacio, de exterioridad y alteridad, listo para ser suprimido, por el Verbo y por la Ley, para asegurar la continuación de la especie burguesa (parlamentaria). Porque no se trata de proteger a todo el mundo en el espacio sanitario, sino solo a aquellos que pueden darse el lujo de tener miedo y de aplicar la ley.

El espacio sanitario es el espacio del miedo y del control, en el que toda la riqueza de los caminos que llevan desde el adentro hacia el afuera se reducen a una oposición sin base real o científica entre enfermos y sanos, basada en la fraudulenta división de papeles que han de jugar incluidos y excluidos.

En unos diez días, el espacio sanitario será visible, aplicado por todos los sirvientes del cuerpo social burgués, de los que no se espera rebelión ninguna: comerciantes, empresarios del ocio, trabajadores culturales, revisores del ferrocarril y lacayos del negocio del placer. Estará encarnado por todos aquellos que serán incluidos y que no tendrán otra opción que excluir para seguir estándolo. Entonces surge la pregunta por nuestro lugar en este mundo.

Dándonos cuenta de que es posible vivir sin las múltiples actividades que el Pase permite, nos cuestionaremos en nuestros adentros cada vez que queramos participar en una de estas actividades, designada por el estado como sagrada, y separadas del resto de las otras mediante el establecimiento de un dispositivo de control. Se trata sin duda de inventar una manera de dejar de participar en todo ello. No se trataba más que de esto desde hace ya mucho tiempo. Una manera de no ir más al café ni al teatro pero que consiste a su vez en la apuesta por otras prácticas diferentes, una vez que las que abandonamos ya no tenían sentido, si queremos seguir habitando el espacio público y poder existir sin tener que cumplir con sus leyes.

El café para llevar, en la acera, y en fin, cualquier otra actividad callejera en general, las cuales, obviamente para las autoridades competentes, siguen desplegándose en el exterior, se abren ahora para nosotras como las alamedas. Es el momento de plantear problemas reales a la policía, haciendo que existan las áreas aún no encuadradas por el control y extendiéndonos en los amplios intersticios que los parlamentarios nos dejan como escombros.

Avenidas, campos, callejones, bulevares, playas, bosques y rotondas… Siempre puede suceder que hayan ido demasiado lejos al constituir una oposición de facto cuyo desalojo y revuelta podrían manifestarse empíricamente como sucedió en Moscú. En Moscú, donde el régimen de Putin al menos permitió la posibilidad de usar las terrazas a quienes no poseyeran un pase, la población acabó desertando del interior hasta el punto de que la medida tuvo que ser cancelada. En Francia en 2021, incluso el aire de afuera se confisca por decreto, sin embargo, durante algún tiempo, seguirán llamando esto “democracia”.

El ataque a la vida es tan violento que es posible que los responsables de esta situación hayan creado sin saberlo un afuera, compuesto por la oposición manifiesta de todos aquellos que no pueden y no quieren vivir en una Ehpad. Al mismo tiempo se va incrementando el odio y la intolerancia de los incluidos, como fatalidad de la separación en grupos. Ya en los trenes, por ejemplo, los controladores y revisores no dejan de repetir por megafonía los peligros de la pandemia una y otra vez entre cada parada: desde no llevar mascarilla, hasta advertir como imbéciles que es lícito “quedar con una amante o una novia, pero con la mascarilla puesta” y otros delirios impotentes. Como todo está adentro, el poli se permite eructar en la cara de cualquiera mientras el burgués congela su cara con un rictus de eterno desprecio: el mundo se ha confirmado como algo asqueroso y obsceno.

Esta civilización agoniza a la vez que desea obstinadamente la vida eterna, cuando es obvio para todas que nada en ella vale la pena. Valga como prueba la lista no exhaustiva de las actividades permitidas sin control: ir al supermercado, viajar en transporte público, caminar, hacer el amor, dormir, comer fuera o en casa, comprar drogas, escuchar música, bailar, bañarse, ir a la tienda de comestibles, beber afuera, acariciar animales, leer, ver películas en casa, hablar…Es de creer que nos hayan dejado lo esencial reservándose los privilegios de lo accesorio.

El tiempo de transición que llega es el de incorporación (en el nuevo modelo dominante) o el de la desviación respecto a él. En la desviación, no se trata de preservar lo existente, sino de crear una forma de ser diferente a la que el futuro nos condena, no ya hacer tabula rasa de todo, sino de usar y servirse de lo prohibido como palanca para alcanzar lo nuevo. El peligro final que nos acecha es definido por nuestros enemigos, que en tanto que enemigos de la vida requieren de la colaboración de todo un conjunto de estilos de sobrevivencia regulados por el dinero cuya adhesión ahora implica para ellos y cada vez más la negación de cualquier otra forma de actividad. Se trata ahora de resistirnos a nuestra propia forma de vida, ya que es ahí, en nuestra vida cotidiana donde somos gobernados. Desde ya es urgente mirar con desprecio a los burgueses y a aquellas que se adhieran, temerosas, al modelo único; hay que reírse de ellos como figuras de un mundo que está muriendo. Es el tiempo de pasar frente a las terrazas de cafés, restaurantes y cines, como si se trataran de los museos de nuestra propia vida. Esta vida pertenece al pasado, en realidad, ya queda atrás. Es hora de separarse de los espacios de este mundo que no merecen ser preservados. Es hora de manifestar cada día en los lugares reencontrados esta separación radical radical creada por la ausencia de “los Papeles”.

Porque el mundo del Pase sanitario no merece ser salvado. En cambio un mundo otro pide serlo y depende de nosotros, únicamente, que nos encontremos con él o que lo veamos perecer cada vez que pasamos a su lado.

Jeanne Casilas
Ilustración: Bernard Chevalier